Aún no dan las doce, tenía que hacerlo y que mejor reapertura del blog que hablando de mi hermano.
El día pasó y festejamos a los vivos, mientras que en una esquina yo festejaba al muerto. Y digo esquina porque así fue, literal. Platicaba con una amiga cuando de pronto me hizo recordar algo, hoy era el cumpleaños de mi fallecido carnal Alex. Pero como comentario, esas palabras como fallecido, difunto o muerto suenan muy fuerte, así que mejor llamémosle el “desaparecido” Alex. Porque así es, simplemente no lo encontramos físicamente, pero sabemos que está vivo en la mente y corazón de quienes lo conocimos.
Entonces recordaba que era su cumpleaños. Acto seguido salí de la oficina, fui a la esquina y le hice una llamada a mi madre, sí, lloramos, platicamos, nos desahogamos, pero también lo recordamos con mucho amor. En seguida colgué, recibí los consejos de un par de ángeles que la vida me puso y entonces pude abrir los ojos. Supe que no debía seguir triste, sino que tenía que darle la vuelta –palabra de buen pinche publicista- y transformar ese sentimiento con alegría, recordándolo como a él le gustaba estar, feliz, en las nubes, colgado de algo que lo hacía la mejor persona en la tierra.
Así que ahí queda la enseñanza, podría seguir contando el torbellino de sentimientos que tuve durante el día o tal vez una de las mil aventuras que viví con él, elevados y no (cabe resaltar lo mal que ponchaba), pero prefiero contarles lo que aprendí gracias a él.
Ver la vida con sonrisas y reír mientras ves pasar la vida frente a ti. Así fue él y así seré yo, por lo que me enseñaste y vivimos, gracias carnal, te amo.